lunes, 11 de junio de 2012

El sucio Corey


El partido estaba ya en la segunda mitad, cerca del final del encuentro. Era uno de esos en que el físico y la disciplina tienen los papeles principales. Lloviznaba ligeramente, pero el frío contrastaba con el calor en los cuerpos de los jugadores de ambos equipos. Una formación a ocho metros de la zona de anotación parecía hervir, pues esos dieciséis jugadores luchando en dos bloques, manaban vapor que se perdía a un par de pies sobre sus cabezas. Los delanteros del equipo más próximo a anotar conquistaron la pelota y la línea se disponía a atacar a toda velocidad.

El equipo de Corey iba abajo en el marcador por muy poco. Él, como siempre, había aprovechado cada oportunidad para jugar sucio, casi siempre sin ser descubierto. Sus acciones sin embargo, le habían costado a su equipo un par de sanciones en contra, que sus adversarios usaron para chutar en busca de puntos. “Tengo que cobrarles con sangre a estos desgraciados”. Pensó.

Sus rivales eran fieros tacleadores, siempre derribaban al portador del balón con rudeza. 
Cada oportunidad en la que había había recibido el ovoide, había sido cazado, como por leones en las estepas del Serenguetti. Su habitual capitán estaba fuera de la cancha, observándolo, lesionado. El joven centro, dentro de la cancha, sentía que era mirado con desaprobación.

El partido anterior, una situación parecida a ésta se había presentado. Iban perdiendo y él, más que ayudar a su equipo, se había dedicado a ser sucio, a golpear y tratar de hacer daño a sus rivales, perjudicando a su club. Casi en la última jugada, el capitán llevaba la pelota, corriendo a gran velocidad. Tenía la oportunidad de darle un pase, pero como en previas jugadas, Corey no había hecho mayor cosa por miedo a resultar golpeado, por eso el capitán se lanzó al ataque en jugada individual, tanto contra el defensor al que le correspondía detenerlo, como contra su defensa y  el defensor de reserva, el zaguero. Después de recibir tres duros golpes, logró avanzar sin la ayuda de Corey y llegar a la anotación. A causa de esa gran jugada, habían ganado la semifinal pero el capitán resultó lesionado.

Un par de días antes de esta final, Corey estaba en el camerino, meditabundo. Habían descubierto que él había sido expulsado de su anterior equipo y que los motivos tenían que ver con que no controlaba sus ganas de dar golpes y que se había peleado con su previo capitán. Le habían dado un largo sermón y le dijeron que quedaba bajo prueba. Luego de eso, se acercó el señor Mc.Gonagill, el confiable asistente del entrenador, un señor que sabía todo y se encargaba de todo en el club. “No te preocupes Corey Finn, que lo peor ya ha pasado. Lo importante ahora es que comprendas que te dieron una gran oportunidad y que la posición de tu capitán es difícil de suplir. Tienes que entender que vas a tener la oportunidad en determinado momento, de sacrificarte por tus nuevos amigos, de darle la victoria a tu club y tus adversarios van a querer quitártela, así sea con sangre. Está en ti si lo permites o no”.

“…Está en ti si lo permites o no”. Eran palabras que retumbaban en la mente del joven centro. Su corazón, comenzó a palpitar más  rápido, al ver que los delanteros de su equipo conquistaron el ovoide y que su apertura ponía a correr a la línea, los jugadores a los que él pertenecía. Al fin recibió el pase que inevitablemente llegaría a sus manos. Tenía en frente  dos agresivos tacleadores, iban en carrera hacia él. Existía todavía la posibilidad de pasar la pelota, pero su compañero si la recibía, tenía muy poco espacio para correr y seguramente sería sacado de la cancha. La responsabilidad recaía sobre él. Trató de mirar sus posibilidades mientras avanzaba. Los dos adversarios, estaban perfectamente posicionados, cerrando los corredores y Corey sabía que iban a ir por él con toda su fuerza, intentarían evitar que entrara en la zona de try, no sólo tratarían de dañar su jugada, sino también de hacerle daño. Estaba aterrado.

Por fin, fueron más fuertes las ganas de salir adelante, de realmente apoyar a su equipo, de sacrificarse por él, de enfrentar ese destino. Portaba la pelota en el brazo derecho, fuertemente aferrado y tratando de evitar al primer defensor, extendió su brazo izquierdo y fintó hacia la derecha. Recibió entonces un fuerte golpe en el costado por donde venía la defensa, justo en el muslo. Se sintió desfallecer. Se sobrepuso más por voluntad que por fuerza y después de un paso más, el defensor parecía soltar su presa. Justo ahí apareció el segundo defensor. Venía en carrera y saltó como un león sobre él, a la altura de su pecho, con ambos brazos extendidos y buscando impactarlo con el hombro.

Corey perdió por un instante el sentido de la cancha. Había recibido el golpe y su inercia lo hizo rotar casi sobre su eje en sentido de las manecillas del reloj, cosa que hizo que el primer defensor soltara esa mano que le sujetaba la camisa. El segundo tacleador no había podido sujetarlo, tan sólo darle un fuerte golpe. Finn, dando tumbos, recuperó la dirección de la zona de anotación. Un par de pasos pesados más y cayó de frente, sujetando el balón contra su pecho. Había logrado el try.

                                   por: Daniel Escorce

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